Las nuevas generaciones viven en un mundo digital, son visuales y se aburren en clase. Colombia debe modernizar su propuesta pedagógica para enfrentar esta realidad o se atrasará en la competencia global.
Orlando Ayala es un ejecutivo colombiano que ha logrado una carrera exitosa en el entorno corporativo internacional. Su desempeño en las áreas de mercadeo y ventas le permitieron llegar a la cúpula de las decisiones en Microsoft, cerca de Bill Gates y Steve Ballmer, los máximos dirigentes de la empresa.
Hoy, Ayala hace parte del Unlimited Potential Group de Microsoft, una iniciativa dirigida a cerrar la brecha digital en el mundo mediante la creación de nuevos productos que generen oportunidades sociales y económicas para los 5.000 millones de personas que aún no tienen acceso a los beneficios de la tecnología. A través de este programa, Microsoft pretende utilizar tecnología, capacitación y alianzas para transformar la educación, fomentar la innovación local y facilitar la creación de empleos y oportunidades en el mundo.
Gracias a su vinculación a esta iniciativa, Ayala ha podido conocer de cerca los esfuerzos que diferentes países del mundo están haciendo para transformar sus sistemas educativos, aprovechando el poder que ofrecen hoy las tecnologías de la información. Asimismo, Ayala conoce de cerca las diferentes iniciativas que sobre el tema se desarrollan en Colombia. En esta entrevista exclusiva con Dinero, Ayala hace un análisis del fuerte rezago que tiene Colombia en este tema y de la ausencia de iniciativas contundentes para cambiar la situación. Su diagnóstico es duro y hace un llamado para que el país entienda el costo gigantesco que el rezago educativo tendrá para su desarrollo.
Para él, en Colombia no tenemos un problema de talento ni de potencial de adaptación de sus habitantes a nuevas tecnologías, pero sí tenemos un problema mayor en la generación, elaboración y puesta en marcha de políticas públicas dirigidas a atacar el que, en su opinión, es el problema de fondo del futuro del país: la educación. La razón, según explica, es que no ha habido un debate de alto nivel sobre el tema en el país.
D — ¿Cómo cambia el uso de tecnologías el proceso de aprendizaje de las nuevas generaciones?
La tecnología ha creado una dinámica en la cual las nuevas generaciones tienen unas expectativas y una visión de mundo muy diferente a la de sus antecesores.
Hay que reconocer que, querámoslo o no, las generaciones actuales son absolutamente visuales. Esta es la realidad. La imposición de imágenes en la mente y en el cerebro de los niños arranca desde una edad muy temprana, desde que los ponemos a ver televisión. De ahí saltan al Xbox, al computador, al iPod … en fin, es una generación a la cual es muy difícil llegar. A raíz de esto, se ha hecho exponencialmente más difícil lograr motivar a los niños a aprender.
Esta es una realidad generacional. El país que no la acepte, quedará rezagado.
D — ¿Hoy es más difícil que los niños pongan atención?
Mucha gente dice que no y argumentan que se trata de un problema de deficiencia de atención. Sin embargo, yo creo que esta es la condición básica de los niños hoy. Hay una dificultad creciente para mantener el interés de estos niños, que son bombardeados con información y deben hacer multitasking permanentemente.
Por eso, creo que el gran desafío que enfrenta la educación es el de mantener la motivación de un muchacho para que constantemente esté aprendiendo, en el contexto de un modelo de educación que no ha sido reformado en los últimos 500 años. Es una realidad con la cual están chocando todos los gobiernos, incluido el de Colombia, cuando tratan de actualizar sus instituciones educativas.
D — ¿La tecnología puede ayudar a superar esta dificultad?
En este momento la educación pasa por una crisis muy grande, que comienza en la primaria y continúa en el bachillerato. Empezamos a perder la batalla desde edades muy tempranas y los niveles de deserción de las escuelas son altísimos. Hay muchas razones para la crisis, pero una muy importante se relaciona con la baja motivación que se logra en una clase llena de pupitres, con un tipo o una señora hablando al frente, en una sola vía, mientras el alumno trata de ver como se distrae de alguna manera. Se pierde muy rápido el nivel de interés y atención.
No creo que la discusión deba centrarse en cómo utilizar la tecnología en el salón de clase. Tenemos que empezar por reconocer que estamos frente a un cambio generacional fundamental, que arrancó hace algunos años pero que se ha ido exacerbando de una manera muy agresiva y se ha acentuado durante los últimos cinco años, con la expansión del acceso a internet y con la proliferación de los dispositivos que permiten interactuar de manera visual y en tiempo real con fuentes de información. Es una situación nueva, antes era imposible siquiera pensar o soñar algo así.
D — ¿Cómo se puede enfrentar esta dificultad?
Hay iniciativas en Colombia que están muy involucradas en esto, como es el caso del colegio Fontán. Yo creo que el sistema que ellos emplean parte de la premisa adecuada, hace preguntas difíciles y duras sobre cómo arrancar desde una edad muy temprana, cómo entender hacia dónde se está orientando cada niño y cuáles son las áreas sociales en las que se desenvuelve mejor. No todos nacimos para ser arquitectos, ingenieros, artistas o toreros, pero en el sistema educativo actual hay una parametrización gravísima, pues a todos los medimos de la misma manera y los metemos por el mismo camino. El sistema hace poco o ningún esfuerzo por entender e identificar las áreas donde un muchacho tiene realmente potencial. Por eso, los muchachos se gradúan hoy de los colegios sin saber realmente lo que quieren. Eso es lo más dramático para los padres.
Otra de las respuestas que Colombia está aportando a esta discusión es la experiencia del Sena, esta es una semilla que se debe mirar con más interés. Las escuelas vocacionales están mucho más orientadas a la aplicación del conocimiento y esto refuerza la motivación. Con ello no quiero decir que no debamos darles las bases a los muchachos para sumar, restar y demás y, para eso, creo que la tecnología puede ayudar mucho en crear motivación. Sin embargo, el esquema va más allá, va al hecho de mostrar cómo a través de una escuela vocacional puede dársele la oportunidad a un muchacho de entrar a aplicar lo que está aprendiendo. Este punto lo ilustra el caso de Bill Gates. Él se retiró de la universidad esencialmente porque estaba cansado de estudiar matemáticas que no eran aplicadas.
D — Entonces, ¿se debe llegar más rápido a aplicar el conocimiento?
Exacto. Se trata realmente de activar el conocimiento en la vida real. No hay que esperar 25 años para empezar a hacerlo, se puede arrancar desde el primer momento. En Colombia existe la idea de que es necesario esperar una eternidad para que el conocimiento sea útil.
Es por esto que en Colombia no existen los grandes programas de robótica. He estado en países en el sureste asiático en donde a la edad de cinco años hay concursos nacionales de robótica en los que se crean simulaciones. Por ejemplo, participé como jurado en Malasia en una competencia entre escuelas. Partían de un escenario de la vida real, un ataque terrorista. La tarea de cada escuela era sentarse a pensar un modelo de robot que pudiera rescatar a los rehenes sin exponer la vida de estos ni la de los del equipo de rescate. El resultado fue impresionante, niños de ocho o nueve años llegaban con unas propuestas que te ibas de espaldas. Esto lo han logrado porque han puesto a esos muchachos desde muy temprana edad a reconocer por dónde quieren recibir el conocimiento.
D — ¿Cómo les enseñan?
A partir del uso de herramientas.
D — ¿En el colegio?
No, y ese es el segundo concepto importante. La idea de que el aprendizaje tiene que ocurrir necesariamente en una escuela es totalmente errónea, porque el aprendizaje se da durante las 24 horas entre quienes tienen acceso a las herramientas. Ahí hay un gran error. Mientras que los niños que estudian robótica en Malasia llegan a la casa y se sientan frente al computador a trabajar en su proyecto de robótica, los niños en Colombia llegan a la casa, se sientan frente al computador -y estoy hablando de niños privilegiados que tienen acceso a un computador-, y se dedican a un proceso que no tiene estructura, toman el pelo en las redes sociales, dan vueltas … no asumen una responsabilidad por lo que están haciendo.
D — ¿Como se le puede dar estructura a esta actividad?
Los niños tienen que aprender que el conocimiento que adquieren lo deben aplicar dentro y fuera del colegio. Así lo hace la metodología del Fontán. Cada muchacho tiene la responsabilidad de crear su propio proceso de aprendizaje. Existe un tutor, pero la responsabilidad es del niño desde el primer momento. A partir de allí todo cambia, empezando por la distribución de las aulas. En España he visto escuelas donde las aulas ya no son filas de pupitres frente a un tablero, sino que son cinco niños, que se sientan a debatir un tema. Aunque hay un profesor, la discusión es responsabilidad de ellos.
Es más parecido a lo que hacen ciertas universidades de avanzada. En la Universidad de los Andes, por ejemplo, los estudiantes de ingeniería encuentran unas bahías en las cuales pueden conectar su computador y allí los grupos interactúan como pares. Hay profesores que proveen, digamos, el contexto o la asistencia, pero no hay clases de una sola vía.
D — La idea, entonces, es permitir que el estudiante sea más dueño de su proceso de aprendizaje...
Sí, la gente debe apersonarse de cómo aprender y cómo profundizar en su aprendizaje. Allí es donde la tecnología se vuelve importante y donde estamos ante un hito histórico. Hemos hablado mucho de la imprenta de Gutenberg porque democratizó el acceso a la información al poder imprimir un libro, pero ahora estamos en el máximo punto de oportunidad.
El corazón del problema está en lograr acelerar el aprendizaje a pesar del caos y la sobreabundancia de conocimiento. Hoy, casi de manera instantánea, puedes tener acceso a cualquier tema si realmente te lo propones. El dilema es cómo aprender algo útil en medio de tanta información.
Quiero destacar que la tecnología no es el propósito, es el medio. Lo que ocurre es que ha logrado una extraordinaria difusión. Hay 1.200 millones de personas en el mundo que tienen acceso a un computador. Esto, en sí mismo, constituye una revolución.
D — ¿Cómo se maneja desde la política pública la individualización de la educación?
En este tema se trata realmente de rehacer o reinventar la educación. En los lugares donde esto se ha hecho, lo que se ha buscado es entender realmente el papel que desempeñan los líderes. Es interesante lo que está haciendo el primer Ministro José Sócrates en Portugal, y lo que hicieron los dos últimos presidentes de Uruguay, quienes decidieron hacer disponible esta herramienta no a la mayoría sino a todos. Crearon la oportunidad de que los muchachos usen la tecnología realmente como la capacidad para apersonarse del conocimiento.
D — ¿Cómo ve este tema desde lo público en Colombia?
En Colombia yo he venido trabajando con Computadores para Educar, programa que he estado empujando durísimo, llevé a Bill Gates y hemos avanzado en muchas cosas. Pero la realidad es que en Colombia las propuestas en educación dan ganas de llorar, porque no hay profundidad. Hay cero profundidad respecto al tema en las campañas políticas. Se habla superficialmente de lo que hay que hacer.
Es terrible que en Colombia en los últimos años nos hayamos enfocado en tratar de resolver el problema de la inseguridad y de la guerra, a expensas de no tomar ninguna decisión profunda con respecto a la única solución que hay a largo plazo, la educación.
D — ¿Pero hay posibilidades de cambiar esa realidad en Colombia?
He ido a lugares muy remotos del país. Hace dos años me quedé aterrado al ver cómo unas pocas computadoras habían sido tan integradas en el trabajo de una comunidad del Quindío que no había diferencia entre la escuela y el trabajo que hacían en el campo. Colombia no tiene un problema de talento, no tiene problema de potencial. El problema es que no tenemos una política directa de acceso mucho más agresiva.
D — ¿Qué hay que hacer?
Es necesario tomar decisiones ambiciosas, de largo alcance, pero en Colombia falta voluntad política. Los costos de la tecnología han bajado tan significativamente que hoy es posible tomar decisiones como las que tomaron Uruguay o Portugal y decir: a cada niño le vamos a dar un computador. Y no basta el computador, se requiere cambiar el modelo educativo para que podamos hacer la transición de un sistema que tiene 500 años de atraso a otro basado en el descubrimiento de las capacidades para el aprendizaje que tiene cada niño. En Colombia, la realidad es que no existe política de acceso más allá de lo que se ha hecho con Computadores para Educar y pare de contar.
Hay que pensar en cómo aprovechar las grandes tendencias. Hay casi 4.000 millones de teléfonos celulares, muchos más celulares que computadores. La tecnología va a venir en muchas formas. El Xbox, por ejemplo, se está convirtiendo en una plataforma de educación también. Creo que no va a ser un problema de tecnología, porque los costos bajan y el uso de los aparatos sigue expandiéndose.
Considero que debe haber un cambio fundamental, una revolución que no se ha dado. No estoy hablando de una revolución violenta, por supuesto. Pero se requieren líderes que estén dispuestos a jugársela por soluciones que le sirvan a la gente en masa. Por ejemplo, en países como Noruega o Finlandia se ha decidido reconocer el acceso a internet como un derecho humano, por la capacidad que brinda de poderse interconectar con el mundo.
D — ¿Al nivel alto del gobierno colombiano, se ha entendido cuál es el valor real de la tecnología como herramienta para sacar adelante el país?
Mucha gente se ha enganchado en esta discusión por el lado tecnológico, pidiendo que compren computadores, sin ahondar en el tema. No basta con comprar computadores, hay que suministrar la conectividad y crear el entorno adecuado para que los niños asuman la responsabilidad por su propio aprendizaje.
En Colombia se intentó hacer un debate sobre este tema, lo intentaron cuando se armó la comisión de notables, pero, con todo respeto, se hablaba de cosas que yo no creo que sean útiles o relevantes. Hablaban de una crisis porque los muchachos no leen. Creo que esto hace parte del fenómeno de una nueva generación visual que no está muy alentada a leer. La pregunta es cómo enfrentamos ese desafío.
Tenemos que entender que lo que están haciendo es leer de una forma más corta. La gente lee menos libros, pero cuando estos muchachos se interesan en un tema lo investigan a profundidad, desde diferentes fuentes, no solamente desde lo que hay en los libros.
Me preocupa que la visión con la que se contemplan estos temas en Colombia sea un poco superficial y atrasada. Los planteamientos de los candidatos son muy poco profundos en el entendimiento o en el detalle respecto a qué se va a hacer. Como no hay entendimiento, no hay sentido de urgencia y, al revés: como esto no le parece urgente a nadie, entonces no se llega al entendimiento.
http://www.dinero.com/edicion-impresa/caratula/educacion-urge-cambio_70114.aspx
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